lunes, 6 de julio de 2015

Ejemplos



Si aparentemente puede parecer poco importante conocer cómo nacieron aquellas primitivas plazas, pues al fin y al cabo, parece que su sino es acabar más o menos en el centro de la ciudad, no en la puerta, si es primordial para nuestros fines saber que ese modo de nacer las plazas se ha venido repitiendo durante milenios y en ésto reside una de las particularidades más interesantes de este tipo de ciudades y por ello conviene ver algunos ejemplos.

Ävila primitiva con el Mercado Chico

Ávila

Es posible rastrear en Ávila ese modo de crecimiento de las ciudades en tiempos antiguos, gracias a que todavía conserva sus murallas. Aproximadamente en el centro del recinto cercado, hay una plaza, la del ayuntamiento, que se conoce vulgarmente como el Chico (por querer decir el Mercado Chico), viejo foro urbano en el que está la sede del Ayuntamiento. Al crecer la población, en una de las puertas de la muralla apareció otro mercado cuando el anterior fue quedando pequeño. Esta explanada se convirtió en foco de atracción, lo que motivó que se construyera a su alrededor y, al englobarle el caserío dió lugar a la plaza de Sta. Teresa (vulgo el Grande, por el Mercado Grande), que tomó el rango de principal foro urbano. El anterior perdió importancia, como lo demuestra que el barrio situado entre el Chico y el río (el que queda más alejado del Grande) haya sido, hasta muy avanzado el siglo XX, el más degradado.
Desde el momento que la explanada del Grande quedó delimitada por casas, la nueva plaza empezó a quedarse pequeña y una de las actividades comerciales, el mercado de ganado, que necesitaba más espacio, se trasladó a otra de las puertas. Los tiempos habían cambiado y ya se había olvidado esa manera de crecer, de modo que este mercado no dió lugar al nacimiento de otra plaza. Una posible razón sería que actualmente poca gente se siente atraída a vivir en las proximidades de tal comercio[1], lo que no habría sido problema hasta hace unos cuarenta o cincuenta años, y por ello nadie se sintió tentado a edificar en esa que llamaremos ex-futura plaza, empleando el neologismo acuñado por Unamuno. Otra razón pudiera ser que el turismo incipiente y la ideología neorromántica (mucho más poderosa de lo que pueda creerse) sobrevaloraron la vista de la cerca que bordeaba la campa por el sur, y por lo tanto, se considerase una especie de sacrilegio turístico la construcción de edificios que la ocultasen.
Muralla actual, con el mercado grande y el mercado de ganado hacia 1960



El crecimiento de Madrid, ocurrió de modo semejante. Tuvo su origen en un alcázar árabe situado en un risco sobre las riberas del Manzanares (donde actualmente está el Palacio Real); tres de las laderas son empinadas o abruptas[2], y la cuarta se extiende, más o menos plana, hacia el oriente, hasta la vaguada del arroyo de la Fuente Castellana. Por la ladera sur (hacia la calle de Segovia) fue creciendo el caserío, y pronto invadió la parte llana hacia las actuales calles Mayor y del Arenal; nace allí una de las más antiguas plazas urbanas, la de la Villa, al lado de la Puerta o Arco de Santa María.
Crece el caserío alrededor y en el siglo XII el recinto cercado terminaba por ese lado hacia donde está ahora el mercado de S. Miguel, y disponía de las puertas de Guadalajara, en la calle Mayor, y la Cerrada, entre otras. Entre estas dos, extramuros, nace otra nueva plaza, la del Arrabal, que se convierte pronto en foco de la actividad urbana, generando caserío a su alrededor y ganando luego en importancia a la de la Villa. Fue necesario englobar el nuevo caserío con otra cerca y en ésta, la Puerta del Sol (aproximadamente en el actual comienzo de la calle Mayor) sustituye a la de Guadalajara en el camino de esta población.
Aquí puede hacerse un inciso para ver otra particularidad de la plaza: a menudo ha tomado el papel de cruce de caminos. Efectivamente, en el norte así era. Desde las granjas fueron creándose caminos para llegar al hito ceremonial, al lugar de reunión. Los viajeros, a su vez, creaban un camino desde otro hito, pero al acercarse, utilizaban uno existente, de los creados por algún granjero, de modo que los caminos convergían precisamente en el hito. En el sur también los caminos iban hacia el lugar de reunión pero, como por un lado, las tramas tupidas no facilitaban el tránsito, y por otro, el destino era el lugar de mercado, las encrucijadas nacían fuera de la cerca, en la plaza exterior, lugar donde se dirigían los viajeros entre los que, al cabo, la mayoría eran comerciantes. Al cambiar la plaza de sitio, el cruce de caminos se desplazaba a la nueva posición.
Volviendo a la evolución de Madrid: al ganar importancia, la plaza del Arrabal toma el nombre de Plaza Mayor, pero a la vez empieza a perder parte de sus actividades en favor de la plaza que comienza a surgir en la Puerta del Sol. El tamaño de la ciudad crece y las funciones que antes cumplía casi en solitario la Plaza Mayor han de repartirse pues de lo contrario hubiera hecho falta que fuese más grande. Por eso, en otras puertas también aparecen plazas, las de la Cebada, la Paja, etc., lo que no obsta para que la plaza de la Puerta del Sol (como sería su nombre completo) mantenga una importancia creciente.
Cuando en 1561, el consistorio de Madrid consigue que Felipe II instale la Corte en la ciudad, entre las concesiones que hace para conseguirlo establece una llamada carga de aposento, que obligaba a los propietarios de casas con más de una planta a ceder las superiores para alojar a una gran cantidad de gente que llegaba con el Rey a instalarse en la flamante capital. Para burlar esta carga los vecinos empezaron a construir las que se llamaron casas de malicia, de una sola planta, que ocupan mayor espacio de suelo. Ello unido al gran incremento de la construcción que corresponde a una Villa convertida en capital de un importante imperio, hacen que el recinto crezca rápidamente y, en menos de cuarenta años, llegue casi hasta los actuales bulevares, en los que se hará otra cerca[3].


[1] No hay más que pensar en los olores que da, y en las moscas que atrae.
[2] Las que dan a la actual calle de Segovia, al Campo del Moro y a los jardines de Sabatini, hacia la Cuesta de S. Vi­cente (vaguada del arroyo de Leganitos).
[3] Conservará esa extensión durante casi tres siglos, debido a que el crecimiento se hace desde entonces hacia arriba, aumentando la altura de las casas.

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