viernes, 17 de julio de 2015

El matacanónigos


Un detalle revelador del uso original de la ciudad mediterránea que hemos descrito es que el centro cívico y el religioso, la plaza y la catedral, suelen estar separados. En gran parte de Europa, la iglesia mayor sigue siendo el centro de la ciudad o, al menos, lo ha sido hasta hace poco tiempo. Se cree que la Iglesia mayor ha de ser el centro de la ciudad porque se trata del hito religioso por excelencia y, por lo tanto debe ocupar su posición. Sin embargo, en muchas de las ciudades españolas de trama mediterránea tal cosa no ocurre. Centro y catedral se han alejado, e incluso se han hecho nuevas catedrales en solares alejados de la plaza principal.
La explicación de esta aparente anomalía del orden urbano en las ciudades mediterráneas está en el uso de la plaza como lugar vividero. En las cercanías de la torre de la catedral se produce un viento, que en ciertas épocas del año es muy fuerte y molesto. Se podría llamar ventolera de la torre (puesto que a su existencia se debe) o, como llaman en Sevilla al que produce la Giralda, matacanónigos[1]. Este viento hace incómoda la plaza, que tiende a alejarse de las torres catedralicias. Así, en Toledo o en Sevilla[2] las plazas se alejan de esa incomodidad. En Salamanca, la Catedral Nueva ya se construyó lejos de la plaza; de hecho ni siquiera tenía alrededor algo que mereciera el nombre de plaza, y es llano, puesto que la moderna plaza de Anaya (abierta a principios del siglo XIX) deja ver una fachada de la catedral casi completamente desprovista de decoración[3]. La fachada importante, recargada de decoración, da a una calle estrecha, y es frontera al edificio de las Escuelas Mayores, el edificio histórico de la Universidad, por lo que no había posibilidad de abrir por ese lado la plaza.
La escritora salmantina Carmen Martín Gaite, en su discurso de aceptación del premio Castilla y León de las letras (1991) contaba que un día, siendo estudiante, el viento de la torre salmantina la tiró al suelo y como resultado de ello le quedo el mote de “la que el viento se llevó”.
Pensado desde el viejo hito, alejar el templo del centro sería un sacrilegio, pero es que, además, en el norte no se siente la necesidad de sentirse protegido estando en la calle: hace frio con demasiada frecuencia.
El conocimiento de que la torre de la catedral induce una situación incómoda para los usuarios de la plaza es antiguo, y prueba de ello es que Felipe II, en las Leyes de Indias relativas a fundaciones de ciudades, ordena: "el templo en lugares mediterráneos no se ponga en la plaça sino distante della ..."[4]. Muy probablemente, el rey previó que las iglesias mayores tuvieran torres altas, como las de la península, pero los frecuentes terremotos en las tierras indianas, hicieron que las torres, en general, se construyeran de baja altura. Sabedores de que el alejamiento de la iglesia y la plaza se debía a esta cuestión, el matacanónigos, muchas de las iglesias de las tierras ultramarinas, están en la plaza, contra la norma filipina.

La protección en los espacios abiertos

Otro detalle es que las plazas tienen casi siempre pórticos o soportales. Su origen parece deberse a la necesidad de resguardo de los comerciantes, como lo indica que se llamen también lonjas[5]. Las lonjas servían también, en las horas no comerciales, de resguardo para los peatones. Para este último uso se han seguido haciendo lonjas en las plazas, aun cuando el comercio ya se hacía en locales, pues este espacio urbano, la plaza, por la extensión de la zona desprotegida necesita algún elemento que sirva de protección al ciudadano.


[1] Algunos sostienen que en realidad no es matar sino otra palabra malsonante que cuadraría mejor, pues el viento no produce la muerte de los canónigos, sino solamente catarros y otras enfermedades no buenas para la edad avanzada.
[2] En Segovia la actual Plaza Mayor está al lado de la catedral y de su torre, pero su nombre, Azoguejo, que quiere decir "mercado chico" (dimi­nutivo castellano del árabe, zoco), como en Ávila, hace suponer que debió haber algún Azogue grande, situado en otro lugar.
[3] Esta plaza de Anaya fue abierta por el general francés Murat durante la invasión napoleónica.
[4] Ley 124 de las relativas a la fundación de ciudades de 1573. Hay que hacer notar que la palabra mediterráneos no se refiere a los alrededores del mar, como se está haciendo a lo largo de este texto, sino a los lugares no marítimos, que están en medio de la tierra.
[5] Del italiano loggia, pero como resultado, este nombre lo han tomado los lugares o edificios dedicados al comercio aunque su forma arquitectónica sea muy distinta

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