Como
se ha dicho hasta aquí, quienes han escrito en los últimos tiempos la historia
de la ciudad han conseguido dar una visión parcial que ha hecho que la gente
vea la trama tupida como algo antinatural
y la tenga por mala (y casi se podría
decir que por malvada). Tan
constantes han sido los ataques contra la impropiamente llamada ciudad antigua que no es de extrañar que
mucha gente tenga un sentimiento de perplejidad ante el hecho indudable de que
ciudades, que muchas veces se califican en los textos de los teóricos como pobres, tristes, poco soleadas y antiguas, puedan ser bellas. Pero
resulta que haciendo turismo, su entendimiento les dice que lo son.
En realidad se podría hacer lo mismo ante la foto de un
prado con unas vacas pastando si en vez de describirlo con una frase como:
paisaje con vacas paciendo, se dijera: un triste campo, en el que unos
flacos animales rebuscan con dificultad su alimento, se habría predispuesto
al lector. Y es que ese es el poder de la palabra; con ella se ha conseguido
crear argumentos que han sido poderosos enemigos de esas ciudades, y han estado
acompañados por una intensa campaña que propugnaba la necesidad de cambiarlas
para que sus características se aproximen a las de las ciudades buenas, es decir modernas. Sin embargo, los intentos de aplicar a una ciudad
mediterránea, antigua, las recetas del
urbanismo contemporáneo vienen dando resultados tan desastrosos que, para
preservar su innegable belleza, se ha hecho necesario declararlas algo así como
especie en extinción[1].
No es éste un remedio adecuado; sería más práctico, aunque
posiblemente más difícil, conseguir que sus habitantes vuelvan de nuevo a
pensar en ellas como cosa propia y que olviden las connotaciones dichas mas arriba (vejez, estrechez, sombra), lo
que evitaría la extinción. Tal como ocurre con los perros, por ser animales
domésticos, nadie teme por el porvenir de la especie.
Y este empeño se vería coronado cuando mucha gente vuelva a
habitar, contenta, en esas ciudades, en sus cascos antiguos o, todavía mejor,
en barrios recién construidos con esa misma traza. No es solución que se luche
con ahínco por su preservación, si después se vive en ciudades o barrios
modernos, lejos del objeto que se defiende.
Buscando ese resultado, se ha tratado de hacer ver el origen
y desarrollo de este tipo de ciudades, pues al cabo, el conocimiento de que
algo arrastra una larga tradición convence a mucha gente de la necesidad de
conservarlo. Pero como resulta difícil convencer a todo el mundo de golpe e
incluso habrá muchos que sostengan que no se vive solamente de tradiciones, ese
esfuerzo no tendría sentido sin otra cuestión importante: tratar el asunto de
si se podrían hacer ciudades con trama tupida, comprobando si esta trama es
capaz de aportar respuestas a alguno (o algunos) de los problemas que tienen
las ciudades actuales.
[1]
Si bien se piensa, para eso, para proteger
la especie se dan títulos como "Patrimonio de la humanidad" o semejantes.
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